Foto: Zinkevych

Entre los libros y papeles amontonados encontré un cuaderno arrugado y descolorido, con muchas páginas llenas de historias borrosas y otras en blanco gastado. No reconocí la letra, pero sabía que era mía. Mi letra de niña, mis primeras historias, mis primeros personajes. Y recordé. 

-Mira, ¿sabes qué esto?

-Sí, es un cuaderno abuelo.

-Es para ti. Para que escribas esas historias que viven en tu cabeza.

Poco antes habíamos decidido que sus cuentos eran muy antiguos, ya los conocíamos de memoria. Yo quería más fantasía, más aventura. Y entonces supimos qué hacer. Desde ese momento y por algunos años, cada noche yo entraba a su habitación, le contaba una historia, le daba un beso en la frente y apagaba la luz antes de salir.


Autora: Karina Miñano Peña

(©2020. Karina Miñano Peña)


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