
Tenía los ojos llorosos, la mirada desolada, el ceño tristemente fruncido. Tanto tiempo a la espera de ese momento. Debía hacerlo, se lo debía por muchos años. Había amor, confusión, congoja. Su piel mostraba ya los signos del tiempo, de lo inevitable. Abrió los labios, pero su garganta se comprimió con un dolor lancinante.
seguir leyendo