Apéndice

(publicado primero en el blog Liberemos las palabras)

Exhausto, se desplomó sobre su cuerpo sudoroso y hundió la cara entre los cabellos arremolinados de Marina. Jadeaba. Por unos segundos, Víctor se perdió en el aroma de jazmín y madera que, al mezclarse con el olor natural de ella, lo seducía y provocaba a la vez. Marina lo rodeó con sus piernas y sus brazos y lo mantuvo dentro de ella hasta que la blandura se apoderó de él. Cerró los ojos y sonrió, estaba contenta, Víctor sabía muy bien como complacerla.

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Agua

Foto: Furgiss

Él cayó exhausto a su lado. Ella miró el reloj y corrió a la ducha. Se miró en el espejo y le gustó ver su cabello agitado, sus mejillas sonrosadas y sus senos orgullosos y presumidos. La piel aún sensible, su corazón e intimidad palpitando a mil.

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Cama

foto: rustyphil

Sus dedos perfilan mi rostro, se estacionan en mis labios, bajan a mi cuello, a mi hombro. Me mira con ganas. Él quiere cama y yo también. Yo quiero dormir, él quiere batallar. Yo quiero soñar, él quiere triunfar. Hace tiempo que no queremos lo mismo. No es su culpa. Son esos dedos. Callosos, curtidos, sin gracias. Sus labios cerca de los míos. Mis ojos en los suyos. Baja la mirada. Hace tiempo que no me mira y hace tiempo que yo le observo. Tampoco es culpa suya. Es que ahora tengo más tiempo para estar con él. Él solo quiere matar el aburrimiento, y yo solo quiero ser libre.


Autora: Karina Miñano Peña

(©2020. Karina Miñano Peña)