Vagón

Escogí un asiento a la ventana y me acomodé lo mejor que pude en el desierto vagón. Quise leer y no pude concentrarme. El suave movimiento del tren me arrullaba, mientras yo luchaba para no caer dormida. En eso, un sollozo desesperado me alertó, venía de otro vagón. Me coloqué los auriculares y subí el volumen, pero el llanto, aunque distante, traspasó la música. Luego, caí en la cuenta de que el tren no se había detenido a recoger a más pasajeros.

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Palabras flamígeras

Foto:© majdansky

A ella ni siquiera la miré aunque sabía que estaba allí junto a las otras, pues era el lado “latino”.  Me daba sofoco mirarlas. Tan contorneadas, tan liberales, tan adornadas y tan desnudas. Yo, recién llegada, tímida ante el desabrigo. Ese día, como muchos que vinieron después, caminaba por el barrio rojo de Ámsterdam sin realmente mirar a las ventanas.

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Odalys

Foto:@Lvnel

Mi madre decía que nunca es tarde para comenzar una nueva aventura. Así que aquí estoy, detrás de una ventana lo suficientemente grande para verme de pies a cabeza. Da a una calle muy concurrida y muy animada, especialmente durante los días calurosos como hoy. La cortina que la cubre es roja y la luz exterior enfatiza el color haciéndolo intenso. El poco pudor que me queda me hace dudar en correrlas, además siento un poco de inseguridad que se confunde con vergüenza.

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